
Sin querer sigo desvaneciéndome del mundo, a cada instante, a cada segundo, la fragilidad de mi misma es mi propio absurdo; me levanto y encuentro moretones en mis rodillas, las manos partidas, los labios secos, más a pesar de todo, sigo existiendo.
Otra semana más que acaba por extrañar, por pretender, por permanecer, hay demasiados ruidos a mis alrededores, los cuáles suelo confundir o ciertas veces me hago la obsisa; me reflejo en la claridad de una conciencia limpia, cuando sin dudarlo dudo de mi propia aflicción, de una dosis de estrés maniaco.
No estoy segura pero quisiera traer otra vez los espacios, las personas a mi lado, coincidir con aquellos que he olvidado, frecuentar los momentos, los ocasos, entre encuentros, entre ratos; frecuencia de imprudencia, día-fecha que importa, simple apariencia, a lo mejor resulte ahora, comenzar a entender mi propio RESPLANDECER.

