Acelero mis impulsos y voy con el movimiento de mis manos, de mis pies, mis ojos, todo mi cuerpo, cada vez soy mas veloz, no puedo dejarme tranquila ni un segundo. De repente todo es un caos, recuerdo que ahora me he convertido en madre, que pertenezco a un mundo totalmente diferente que hace diez años.
Saber que cumpliré los treinta es repentinamente desesperante, no puedo voltear la hoja y regresar a las playas, los viajes, los cafés, las desveladas, cada día que pasa es avanzar mas a la edad que jamás volverá a ser mi niñez, ni mi adolescencia, estoy atemorizada.
Pasan las horas, el viento sopla en mi cara y en absoluto solo recuerdo que acapararé otro espacio de mis letras, para tratar de ahogarme con ellas mismas y querer renacer, con alguien que tan sólo deseara leer y no parar, unirse a mis sentimientos, reconocerme en sus atardeceres e imaginarme o suceder conmigo a su lado.
Pienso que necesito ese enamoramiento hacia mi persona, a lo mejor el orgullo creció, pero necesito ardientemente sentirme admirada, como si no hubiera alguien que me superara, que quisieran prestar toda la atención a mis palabras, mis gestos, mis movimientos, mis versos. Todo esto es algo que no sucederá y mientras seguiré formando rimas en medio de prosa y posteriormente, me volveré a la cama que mi bostezo no me permite ya pensar.
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