Sin querer la residencia en este mundo gracias a las pasiones, los tipos son muchos, quienes las atraen, las crean, las viven somos todos; la oportunidad de estar entre el caos pero siempre en el deseo constante por sentir, tener, dar, es aquello que motiva a saborear el éxtasis de encontrarte vivo.
La existencia de las superficies, los planos, la gente, la estética y el mismo ruido, es todo lo que complementa los traslados de lo anhelante; sin querer te vuelves parte de un entorno que constantemente traslada modos de interacción, faceta de eventos, emociones. Todo sucede entonces en lo sensorial (o al menos eso creo).
La profundidad es la expresión intrínseca de lo que el sujeto mismo recrea, el espacio entre lo emocional y lo material, fusionan una catarsis en la inquietud en su búsqueda del conocimiento; la experiencia pasa a ser parte de la pasión por conocer, por darse cuenta de ¿qué carajo hay en este cosmos?
Nos volvemos entonces parte de una caída libre, donde a cada paso adquieres y dejas, esto va de acuerdo a que no sólo es materialismo, sino sentido interno que se lo das a otros; la rutina alberga las convergencias y también el encuentro entre seres que sin querer se trasladan y se dan, en ese conecte de intercambios es donde se adquiere el principal enriquecimiento de las pasiones: el aprendizaje.
Hoy pretendo únicamente guiarme por lo circunstancial y visceral de este universo, en el ahora sólo me considero movible como este eje de tierra que piso; la experiencia será cuestión de seguir pasando el rato, al fin de cuentas es sólo una parte de estar vivo o pretender estarlo.
jueves, 4 de junio de 2009
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